Pocoyó a concurso de acreedores

El País: una imagen de Pocoyó.


Cuando una empresa o una de sus marcas, alcanza el éxito, aparece la maravillosa idea de sacar a bolsa la empresa, aunque esta no genere todavía millones de dólares en beneficios netos (por mencionar la divisa más común), se valoran los activos de la empresa o particularmente su producto estrella, digamos en 100 millones de dólares, y la salida en bolsa, puede suponer que, de la noche a la mañana, ya la empresa se cotiza en 1000 millones de dólares, ¿qué maravilloso, no?

En el momento que una empresa sale a bolsa, el dueño principal –con el paso del tiempo- dejará de serlo. Muchos por esa razón, no desean sacar a bolsa sus empresas, ya que saben que perderán el control de su obra, otros en cambio, toman el dinero obtenido rápidamente por la salida en bolsa de su empresa y se retiran, y otros toman su parte y se convierten en asesores o la imagen de la empresa, pero ya han dejado de ser los propietarios de la misma.

Hoy les traigo el caso de la empresa propietaria de los derechos del famoso personaje animado de Pocoyó, un éxito internacional dentro del mercado infantil. Su propietario, endeudado hasta el tope y a punto de perder los derechos del personaje. Este es un caso más de la mala gestión a la española.
La guerra animada de Pocoyó:
  • En 2001 nace la productora Zinkia, que convierte a Pocoyó en su principal marca. Sus trabajos consisten en crear series de animación para televisión, películas para cine, juegos y todo tipo de entretenimiento interactivo tanto para teléfonos móviles, y para consolas u ordenador. La compañía tiene más de 100 empleados y tanto sus series como sus desarrollos interactivos actualmente se distribuyen en más de 150 países en el mundo. Zinkia es tanto creadora, como productora y distribuidora de sus contenidos.
  • En 2009 Zinkia sale a Bolsa y debuta en el Mercado Alternativo Bursátil a 1,92 euros la acción.
  • El 20 de Abril de 2012 realizó un ERE que afectó a un tercio de su plantilla, 26 de los 78 trabajadores que tenía en ese momento.
  • En agosto de 2013 el mexicano Miguel Valladares adquiere una deuda de Zinkia de 16 millones a precio de saldo (2,9 millones) lo que le convertiría en el mayor accionista de la empresa. Un poco antes, en agosto de 2013, y pese a la “falta de claridad” en las cuentas denunciada en las juntas por los accionistas —que a más de uno le costó el cese como consejero—, Valladares descubre que Castillejo había pedido un crédito de 16 millones de euros a Bankia en septiembre de 2009 del que no había pagado un euro y que, en consecuencia, el banco iba a proceder a ejecutar. Es decir, ante el impago, la entidad iba a quedarse con las garantías que el crédito llevaba aparejadas, entre otras el 33% de las acciones de Zinkia. Es entonces cuando decide estratégicamente —“y por primera vez en mi vida”, asegura— comprar la deuda que Bankia le vende —más vale pájaro en mano que ciento volando— por 2,9 millones de euros. El negocio es redondo: por tres millones de euros el mexicano se convertía en el máximo accionista de la compañía, ya que ese 33% de acciones que llevaba aparejado el crédito lo perdía Castillejo y lo ganaba él.
  • El 31 de Octubre de 2013, y tras fracasar la emisión de bonos: intentó vender bonos con increíbles intereses del 11% (pagaría 1.100 euros por cada 10.000 invertidos), pero hasta la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) le pegó un toque serio advirtiendo a los potenciales compradores de que “Zinkia no tenía liquidez”.
  • El 26 de febrero de 2014, Zinkia presenta el concurso de acreedores.
Valladares señaló lo siguiente: “Creo en el futuro de Zinkia y en el potencial de Pocoyó. Yo no he venido a quitarle el puesto al señor Castillejo, pero son un hecho reconocido por él mismo los malos resultados de Zinkia, donde no quiero ocupar ningún puesto ni ejecutivo ni remunerado”. Y concluía: “La gestión debe estar en manos de un profesional que actúe de manera transparente porque el actual se ha demostrado deficiente”.
Para Castillejo (dueño de Zinkia y creador de Pocoyó), no es la primera vez que la sucede esto con una empresa. A finales de 2013 vivió idéntico asunto con Jomaca98 S.L., la empresa a través de la cual había gestionado su participación en Zinkia y que también presentó concurso de acreedores. Y cuatro años antes se encontraba en las mismas con Amelia Aran, otra sociedad que creó en 2000, especializada en mobiliario infantil y que también acabó suspendiendo pagos y debiendo dinero a la Seguridad Social y las nóminas a sus trabajadores.
Valladares le compró un paquete de acciones al propio Castillejo por 4 millones de euros, valorando así la compañía en 80 millones. Pagó la acción a 3,20 euros y se convirtió en segundo accionista con el 11% —frente al 64% del presidente—. Sus cálculos pasaban por obtener beneficios en cinco años.
Castillejo, por su parte, achaca todos los males al “cierre del mercado de financiación”, que le ha impedido cumplir sus compromisos. Y reconoce: “Cuando en 2011 hicimos nuestros planes para 2013 no pensamos que se convertiría en algo tan difícil”.
Pasaba el tiempo y Valladares y el resto de los accionistas empezaron a ponerse nerviosos porque seguían sin ver un euro de sus respectivas inversiones. Castillejo, como hacía también en ese comunicado a la desesperada del pasado lunes, asumía que “se habían incumplido las previsiones” pero contrarrestaba los nefastos resultados insuflando entusiasmo y proclamando como “hechos relevantes” futuribles que, como es lógico, solo podía pronunciar usando el gerundio o el futuro: “La compañía está trabajando”, “negociando”, “en proceso de”, “se lanzarán”, “representará”, y acababa encomendándose a Dios.

Al final Castillejo, probablemente habrá perdido un producto estrella (los derechos sobre Pocoyó) y se quedará con una deuda millonaria, resultado de una la mala gestión y la salida en bolsa...

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