El largo corto plazo

El presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, afirma según él que "Aún no se ha superado la crisis, pero hay señales alentadoras", asegura que la incertidumbre ha disminuido. Coenta sobre el proyecto de la unión bancaria: Es extremadamente importante. El sistema financiero europeo sigue estando fragmentando. Sin embargo, la diferencia en los costes de financiación para los bancos de la eurozona ya no es tan grande como hace dos años. Pero las diferencias en los préstamos siguen siendo muy grandes, y en algunos países, el flujo de crédito se ha interrumpido. La unión bancaria puede ayudar a restablecer la confianza en los préstamos transfronterizos. El objetivo más importante del análisis de calidad de los activos es la transparencia. Queremos sacar a la luz lo que está oculto en los balances generales de los bancos.

Los riesgos que él considera: En primer lugar, la estabilidad del sistema financiero corre peligro si los tipos de interés son demasiado bajos durante demasiado tiempo. Hasta ahora, sin embargo, solo hemos observado unos aumentos de precios significativos en algunos mercados específicos y limitados, como algunos sectores inmobiliarios europeos. El segundo riesgo grave es que la inflación, que ya es claramente inferior a nuestro objetivo del 2%, pueda disminuir más. Sin embargo, aún no observamos ninguna deflación, es decir, una bajada generalizada de los precios, pero tenemos que tener mucho cuidado de no caer permanentemente por debajo de una tasa del 1% y, por tanto, en la zona de peligro.

El problema que yo veo, es que llevan hablando acerca de la unión bancaria en la UE desde la crisis, y hasta la fecha no han llegado a nada concreto y tangible; al paso que vamos, la unión bancaria de la eurozona podría llegar a consolidarse por el año 2025, y para ese horizonte de tiempo, yo creo que la zona euro morirá en el intento, para ese horizonte de tiempo, ya habrán pasado muchos cambios sobre la tierra y la economía, incluida probablemente una segunda crisis mundial sobre los cimientos de una que sigue vigente.

En este sentido, Guntram B. Wolff, Director de Bruegel (Think-Tank), señala lo siguiente: "El BCE se juega su credibilidad", nos habla sobre el papel del BCE este 2014 y la necesidad de la unión fiscal, un año marcado por una alta volatilidad financiera y un riesgo -moderado- deflasionista.

Finalmente, un interesante artículo de opinión firmado por J. Bradford DeLong, exsecretario asistente del Tesoro de Estados Unidos, es profesor de Economía de la Universidad de California, Berkeley e investigador asociado de la Oficina Nacional de investigaciones Económicas: "El largo corto plazo", el caso de cuando el corto plazo en economía se convierte en realidad en largo plazo, como ejemplo se expone el caso de la economía japonesa:

El autor comenta:

...yo solía señalar que las sacudidas adversas al gasto en efecto podrían crear desempleo masivo y capacidad no utilizada, pero sus efectos se limitarían a uno, dos o máximo tres años. Y cada año, una vez terminada la desaceleración inicial, la economía estadounidense recuperaría aproximadamente un 40% del terreno entre su situación actual y su potencial de pleno empleo.

La duración del corto plazo keynesiano (y monetarista) decía yo que era de cero a dos años. Cuando se analizaban eventos en un horizonte de tres a siete años, uno podía asumir sin duda un modelo clásico: la economía regresaría al pleno empleo, mientras que los cambios en política y en el entorno económico alterarían la distribución, pero no el nivel del gasto, la producción y el empleo. Más allá de siete años era la esfera del crecimiento económico y las instituciones económicas.

Ahora se ha revelado que todo esto está mal, al menos por ahora, si no es que en el pasado o el futuro. Desde principios de los años noventa, Japón ofrece evidencias contundentes de que el corto plazo puede durar décadas y luego vendría no un retorno a la vieja normalidad sino una transición hacia una nueva normalidad en la que una nueva depresión de corto plazo keynesiano tiene consecuencias duraderas.

El marco obligado para analizar estas cuestiones es uno muy viejo: el marco de Geldzins und Guterpreis (“Interés y precios”) de Knut Wicksell que trata de la tasa de interés natural y la de mercado. El argumento es que en cualquier economía hay una tasa de interés de mercado determinada por el sistema financiero, y hay una tasa de interés natural —el valor al que los ahorros deseados en condiciones de pleno empleo son iguales a la inversión deseada en condiciones de pleno empleo, y en el que la economía en general no busca ni apalancamiento ni desapalancamiento—.

Si la economía en general desea un mayor apalancamiento, el resultado es un boom inflacionario. Si la economía en general desea un desapalancamiento, lo que sigue es una depresión. Es entonces cuando debe intervenir el banco central en el sistema bancario a fin de presionar la tasa de interés de mercado hacia la tasa de interés natural, equilibrando así la economía a pleno empleo sin una inflación excesiva.

El problema ahora es que la tasa de interés natural —es decir, la tasa de interés nominal segura y líquida de los valores a corto plazo del Tesoro estadounidense— es inferior a cero. Por ende, el banco central no puede presionar la tasa de interés de mercado en esa dirección. Hasta que algo pase y provoque el aumento de la tasa de interés natural, estaremos estancados en una economía en recesión.

Algunos señalan que el causante de esta situación es el ahorro mundial excesivo y exigen que disminuya. Pero si estuviéramos en periodo de pleno empleo, admitiríamos que el mundo sigue teniendo enormes oportunidades de crecimiento, y que sacrificar el futuro crecimiento a cambio de bienestar actual es la segunda mejor opción.

Otros señalan que el causante es la escasez de inversión mundial debido a falta de oportunidades tecnológicas. Sin embargo, dado que este punto de vista se expresa cada vez que hay una depresión profunda, parece ser un efecto del estancamiento económico, y no una causa de él. Con todo, otros dicen que el problema se autocorregiría, al menos en Estados Unidos, si la meta de inflación anual se aumentara del 2% al 5%, porque una pérdida de esa magnitud del poder adquisitivo real que acumulan en efectivo las personas induciría la necesidad de estimular la inversión real. Yo pienso que tal vez es correcto, pero banqueros centrales anteriores como Paul Volcker y Alan Greenspan advertirían que una meta de inflación de 5% sería insostenible en última instancia. Las personas pueden estar conformes con una meta estable del 2% (que es muy baja y no se nota), pero una inflación anual del 5% aumentaría al final al 10%, y el 10% en algún momento iría hasta el 20%, y después Estados Unidos se enfrentaría a otra recesión profunda, como en 1982, o incluso alternativas más desagradables.

Finalmente, de acuerdo con un cuarto grupo de economistas que encabeza Ricardo Caballero, del MIT, el problema es la escasez mundial de activos seguros. Este punto de vista se traduce en políticas destinadas a movilizar la capacidad de absorción de riesgos financieros de la sociedad, y el uso del sector público para esquivar las fuerzas del tiempo e ignorancia que inhiben la voluntad de hacer inversiones arriesgadas.

Así pues, tenemos cuatro teorías, todas propugnadas por economistas inteligentes, reflexivos y muy dedicados. En un mundo mejor, el debate sofisticado en una esfera pública vibrante dará forma a la política económica. En este mundo como es, todos somos el Japón de la primera parte de los años noventa y nos esperan dos o más décadas de crecimiento económico perdido.

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