Fragmento de "Una tienda en Go–by Street" de Lord Dunsany (1919)
Aquí les dejo un fragmento de un realto de Lord Dunsany, "Una tienda en Go–by Street", publicado en 1919. Influencia de la literatura de H.P. Lovecraft y sus relatos acerca de Cthulhu.
–Éste es –dijo el obeso anciano de las zapatillas–el cielo de los dioses que duermen.
Le pregunté cuáles eran los dioses que duermen y él mencionó nombres que jamás había oído junto a otros que sí conocía
–Los que no son ya venerados –dijo–ahora duermen.
–Entonces, ¿no ha acabado el Tiempo con los dioses? –le pregunté.
Y él respondió:
–No. Los dioses son adorados durante unos tres o cuatro mil años y luego duermen durante tres o cuatro. Únicamente el Tiempo permanece siempre despierto.
–Mas ¿acaso no son nuevos –le dije–los que nos hablan de los nuevos dioses?
–Escuchan los agitados sueños de los viejos dioses, a punto de despertar porque el alba ya despunta y los sacerdotes vociferan. Son los profetas felices. Desdichados los que oyen hablar a algún dios antiguo mientras duerme, sumido todavía en un sueño profundo, y no paran de profetizar hasta la llegada del alba; ellos son los que los hombres apedrean diciendo: "Profetiza dónde te va a golpear esta piedra, y esta otra..."
–Entonces –añadí–¿nunca acabará el Tiempo con los dioses?
Y él me respondió:
–Perecerán a la cabecera del último hombre. Entonces el Tiempo enloquecerá a causa de su soledad y ya no distinguirá sus horas entre sus centenares de años, y los dioses clamarán a su alrededor solicitando reconocimiento, y él les colocará encima sus manos destrozadas y, mirándoles ciegamente, les dirá: "Hijos míos, no distingo entre uno y otro"; y ante estas palabras del Tiempo, los mundos vacíos se tambalearán.
Le pregunté cuáles eran los dioses que duermen y él mencionó nombres que jamás había oído junto a otros que sí conocía
–Los que no son ya venerados –dijo–ahora duermen.
–Entonces, ¿no ha acabado el Tiempo con los dioses? –le pregunté.
Y él respondió:
–No. Los dioses son adorados durante unos tres o cuatro mil años y luego duermen durante tres o cuatro. Únicamente el Tiempo permanece siempre despierto.
–Mas ¿acaso no son nuevos –le dije–los que nos hablan de los nuevos dioses?
–Escuchan los agitados sueños de los viejos dioses, a punto de despertar porque el alba ya despunta y los sacerdotes vociferan. Son los profetas felices. Desdichados los que oyen hablar a algún dios antiguo mientras duerme, sumido todavía en un sueño profundo, y no paran de profetizar hasta la llegada del alba; ellos son los que los hombres apedrean diciendo: "Profetiza dónde te va a golpear esta piedra, y esta otra..."
–Entonces –añadí–¿nunca acabará el Tiempo con los dioses?
Y él me respondió:
–Perecerán a la cabecera del último hombre. Entonces el Tiempo enloquecerá a causa de su soledad y ya no distinguirá sus horas entre sus centenares de años, y los dioses clamarán a su alrededor solicitando reconocimiento, y él les colocará encima sus manos destrozadas y, mirándoles ciegamente, les dirá: "Hijos míos, no distingo entre uno y otro"; y ante estas palabras del Tiempo, los mundos vacíos se tambalearán.
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