La economía de la zona euro sufre la recesión más larga de su historia
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La zona euro vive su recesión más larga. La caída del 0,2% intertrimestral registrada en las 17 economías del euro en el arranque del año sume a la eurozona en un año y medio de recesión.
Las dos grandes economías del euro acusan la debilidad económica: Francia ha entrado oficialmente en recesión, tras acumular su economía dos trimestres consecutivos de caídas, y Alemania registra un mínimo crecimiento positivo (0,1%) después de un trimestre, el último de 2012, peor de lo que sugirieron los datos iniciales (descenso del 0,7%).
Ni siquiera los más países prósperos —y reacios a las políticas de estímulo— son inmunes a este panorama. Finlandia es, junto a Francia, el otro país que entra en recesión en el primer trimestre de 2013. Y Austria se queda a un paso, pues la economía se estancó tras decrecer en el último tramo de 2012. También Holanda confirma la recesión que ya tenía al cierre del pasado ejercicio.
De las grandes economías solo Reino Unido mejora con claridad, pues logra crecer tres décimas tras haber registrado una caída de la misma magnitud entre septiembre y diciembre de 2012.
Esto último, es una de la razones, por las cuales el Reino Unido lleva ya algún tiempo amenazando con salir del Euro: Dos ministros británicos plantean la salida de su país de la UE.
Estos datos, para muchos son "menos peores" si se comparan con los de 2012, pero en lo personal, para mí, sigue siendo una pésima situación económica sin vistas de mejorar ni a mediano plazo.
La realidad de la Eurozona, es que aplican la política de "demasiado poco, demasiado tarde", porque los veintisiete no se ponen de acuerdo en casi nada: Unión Bancaria, impuesto sobre las transacciones financieras, políticas sobre rescates a la banca y los paraísos fiscales, etc.
Ahora hablan sobre: Alemania, Francia y España se alían en un plan contra el paro juvenil. El programa busca movilizar 60.000 millones de euros hasta 2020 en créditos para empresas que contraten a trabajadores menores de 25 años
Pero aplica lo de "demasiado poco, demasiado tarde", una demanda interna sumergida en una depresión económica con magnitudes sumamente profundas, y tasas de desempleo tan elevadas, que los mecanismos de incentivos mal aplicados no tendrán los resultados esperados.
Otra cuestión que se esta estudiando para ahorrar en la UE es: La Comisión estudia eliminar las monedas de uno y dos céntimos de euro.
Desde la introducción del euro, en 2002, una de cada dos monedas acuñadas ha sido de uno o dos céntimos: un total de 46.000 millones de unidades. O, dicho de otra manera: 137 monedas para cada uno de los europeos. Según un estudio de la Comisión Europea, el motivo es que, aunque, los europeos demandan estas monedas ― como cambio ― raras veces las utilizan, yendo a parar al fondo de los cajones, a las huchas o como amarracos para jugar a las cartas.
En consecuencia, los bancos centrales se ven obligados a emitir más. Y esto no sale barato. Aunque todas estas monedas en circulación valen en total alrededor de 714 millones de euros, fabricarlas, según los cálculos de la Comisión, ha costado 1.400 millones más que esa suma (es decir, el doble de su valor).
La Comisión estudia dos posibilidades para retirar las monedas de circulación. Una de ellas implicaría eliminar ambas denominaciones directamente e implantar unas reglas de redondeo obligatorias para toda la Unión (como ya existen en Finlandia y los Países Bajos). Otra opción sería hacer que los Estados miembros dejasen de emitir estas monedas y que fuesen progresivamente desapareciendo.
Finlandia implantó el sistema sueco de redondeo antes de la entrada en vigor de la moneda única en 2002. Según ese sistema, al pasar por caja las facturas terminadas en 1, 2, 6 y 7 céntimos se redondean obligatoriamente a la baja, mientras que las que acaban en 3, 4, 8 y 9 céntimos se redondean al alza. Tras un periodo de experimentación, en 2004 los Países Bajos siguieron el ejemplo e implantaron el sistema.
Este último argumento a favor del redondeo es sumamente interesante:
Según la Comisión, la implantación del redondeo en estos países, al contrario de lo que se esperaba, no ha generado un aumento significativo de los precios. Bruselas argumenta que al aplicarse el redondeo a la factura final y no a los precios individuales de los productos, el potencial inflacionario queda limitado.
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