La cooperación cambia de destino y cómo puede incentivar el Estado las ayudas
En el artículo Latinoamérica se ayuda a sí misma, nos señala lo siguiente:
Uno de los reflejos más dramáticos de la crisis económica y de las restricciones presupuestarias en Europa es el descenso en la cooperación internacional. En el caso de Iberoamérica, España era el primer donante. Las cifras llegaron a superar los 1.000 millones de euros al año entre 2007 y 2009. En 2011 fueron 465 (el 28,4% de la ayuda total al desarrollo).
Argentina, Brasil y México fueron países donantes para 586 proyectos de cooperación al desarrollo en sus países vecinos, según un informe sobre esta cuestión elaborado por la Secretaría General Iberoamericana (Segib). Los tres países son responsables del 70% de proyectos centrados sobre todo en desarrollo agrícola y creación de infraestructuras básicas de agua, energía o transporte.
Latinoamérica está siendo desplazada como receptora. El fortalecimiento de la cooperación regional ha venido en convertir prácticamente a todos los países en donantes.
El informe destaca el aumento de la llamada cooperación triangular. En este modelo, el donante y el receptor buscan la ayuda de un tercero por la complejidad técnica del proyecto. De nuevo Argentina, Chile, Brasil o México impulsaron el 80% de los proyectos de este tipo.
Si consideramos a las organizaciones sin ánimo de lucro (Fundaciones, ONG, etc.), como un instrumento para canalizar las ayudas a la cooperación para el desarrollo, este es un claro ejemplo del caso español y como se incentivan en Europa (a través de los impuestos): Faltan incentivos para impulsar la filantropía.
España tiene una historia de filantropía relativamente corta ya que, hasta la llegada de la democracia, la ayuda a los más desfavorecidos se canalizó fundamentalmente a través de la Iglesia. Para los expertos, que la asistencia social estuviese en manos de la beneficencia es la principal razón de que España esté a años luz de Estados Unidos en materia de donaciones. Pero, además, está también por debajo de los países desarrollados que tienen una realidad social similar. Algo en lo que los impuestos tienen su parte de responsabilidad.
Los números apuntan a que hay margen para la mejora. Si realizar una donación en España equivale a una deducción del 25% en el IRPF o de un 35% en el de sociedades, en Francia este porcentaje llega al 65% para las compañías. El caso extremo es Austria que, al igual que en EE UU, permite deducirse hasta el 100% de la aportación.
El mapa de la donación en España, tanto de las pequeñas como de las grandes ayudas, muestra que el 18% de la población adulta realizó alguna aportación a las asociaciones o fundaciones sin ánimo de lucro, según un estudio de 2011, el último disponible, de la Asociación Española de Fundraising elaborado junto a la consultora Bain. Esta cifra, que además aumentó con respecto a otros años por la movilización que generó el terremoto de Haití, se queda muy lejos de la media europea, que es del 50%.
Según el último anuario de la asociación del sector, en España hay 12.900 organizaciones de todo tipo que entran en la categoría de fundaciones. Un cuarto de las mismas está inactiva. De las otras 9.000 que sí están en marcha, solo un 3%, lo que equivale a 270, contaba con unos ingresos superiores a los 10 millones de euros. La OCDE reconoce la falta de estadísticas fiables sobre las mayores fundaciones europeas y remite a su último informe, del año 2006. La Caixa y la ONCE eran las únicas españolas que se colaban entre las 10 mayores de Europa, y no todas tenían un sentido puramente filantrópico.
Como se puede apreciar en ambos artículos, en cuanto a cooperación, España antes de la crisis, era un donante relevante ahora destacan páises como México y Brasil en cooperación dentro de América Latina; en el segundo artículo, España se queda por detrás de incentivar vía impuestos las donaciones, tema que dentro del propio país ya es algo relevante, en el siguiente mapa de Europa, podemos apreciar el número de organizaciones sin ánimos de lucro, así como el gasto total en 2010, fíjense en el número de organizaciones en Suecia (12.792) y su gasto (48.900), creo que esto podría ser un buen indicador que refleja la calidad de vida en este país.
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