Aversión al riesgo

Esta es una columna tomada del Diario de Avisos del Sábado 28 de febrero 2009
Aversión al riesgo de Manuel Iglesias

Uno de los elementos que caracteriza a un proceso expansivo de una sociedad es la capacidad de asumir riesgos. Una persona lo hace en todos los órdenes de su actividad cuando escoge una línea de vida, un cambio, unas acciones para invertir, un plan de pensiones, la fundación de una empresa, el proyecto de un negocio, etcétera.
Si miramos a nuestro alrededor, tanto en la economía como en la cultura y en lo social, gran parte del progreso ha venido de la capacidad de alguien para asumir esa apuesta que significa salirse de lo que ya hay establecido, de "lo seguro" que es también, por su propia esencia, lo mayoritariamente inmóvil o de muy lento movimiento.
Tal vez uno de los problemas actuales que influye en la desconfianza en el futuro es que de pronto hemos caido, especialmente en lo económico, en una profunda aversión al riesgo, a la inversión y al gasto.
Hemos pasado con un rápido movimiento pendular desde la velocidad de entrada a los lances más inesperados, a una paralización casi completa, no ya del que ha visto quebrada su vida con impactos como el paro, sino incluso por quienes teniendo medios y posibilidades se han atrincherado en una especie de cueva mental donde creen guardar sus tesoros lejos de los accidentes inciertos.
Pero sin riesgos no hay beneficios, ni particulares y generales. Es cierto que conlleva el gran peligro de las pérdidas, pero es la posibilidad de ganar lo que anima las iniciativas y la seguridad puede ser, en estos casos, una rémora, que si bien elude mucho de lo que hay de aventura, también frena lo que puede haber de avances.
Los defensores del refugiarse en la concha del caracol, señalan razones para sus dudas. Estamos en situación en la que hemos derivado de unas promesas de que se trataba únicamente de una desaceleración que apenas nos afectaba, a hallarnos en una recesión, sin pasar por la crisis, según evitaba decir el Gobierno. Un proceso notable y fascinante, tanto por el despiste histórico que al parecer ha demostrado el Ejecutivo, como por las tragaderas de los españoles que estamos digiriendo semejante pelota sin pensar sobre si hay alguna responsabilidad en alguien.
Dicen los caracoles que si hubieran seguido las líneas del Gobierno hace un año y hubieran creido sus palabras, hoy estarían aún peor y si han salvado algo es porque se enrocaron. Apuntan que si ya no sabemos si es verdad o no lo que nos dicen, es lógico que crezca una tendencia a atrincherarse.
Así, social y económicamente lo único que hemos hecho es retroceder a la concha. La evidente perspectiva de las oportunidades que está deparando el actual contexto tampoco anima al movimiento y ni siquiera los pescadores en aguas revueltas se atreven a salir con la barca.
Los acontecimientos ahora nos llegan precipitadamente y nos falta perspectiva como para poder sacar deducciones objetivas de esta etapa que estamos viviendo, pero cuando pasen los decenios y los expertos examinen este crash al igual que se hace con el de 1929, además de los análisis económicos, encontrarán un campo extraordinariamente rico y singular en el estudio de los fenómenos del pensamiento social y los cambios velocísimos que se han producido, alterando no sólos los impulsos individuales, sino también los colectivos en un proceso de ciertos paralelismo con los relatos de Isaac Asimov y su psico-historia en el mundo de la ciencia ficción.
Sin duda que entre ello habrá de figurar este término de aversión al riesgo, convertido no en proceso de refugio, sino en la plasmación de una desconfianza del presente y un miedo al futuro.

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